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Sororidad y amistad: más allá de un cambio social



El término sororidad ha venido tomando un fuerte protagonismo en diversas

conversaciones relacionadas con la equidad de género y el reconocimiento de la

diversidad. En esta publicación revisaremos su significado y su relevancia para el

debate público sobre la igualdad y la inclusión.


De la fraternidad a la sororidad


En los años 80 y 90 era muy común en algunas universidades, la creación de

fraternidades, o grupos en los que se fomentaba una relación de hermandad entre

personas. Con el paso del tiempo tanto la palabra como la práctica cayeron en

desuso.


La fraternidad como concepto se concibió para describir a personas con intereses

afines, o que se tratan como hermanos. Sin embargo, en América Latina su uso no

fue tan popular y al día de hoy se usa muy poco.


Cómo respuesta a esa especie de hermandad impuesta que se configuró con el

concepto de fraternidad, aparecería la sororidad, que se refiere a la capacidad de

las mujeres para tratarse como hermanas y brindarse mutuamente el apoyo en

contextos difíciles.


Sororidad viene del prefijo ‘sor’ que significa hermana (cómo sucede en las

comunidades religiosas en las que las monjas, por ejemplo, se llaman con el

prefijo reforzando su relación de hermandad: Sor Juana, Sor Isabel, etc.).


¿Por qué la sororidad?


Marcela Lagarde, antropóloga e investigadora mexicana, autora de numerosos

artículos y libros sobre estudios de género, feminismo y desarrollo humano, ha

sido una de las mayores impulsadoras del concepto de sororidad.


Para Lagarde, la sororidad se trata de una propuesta política: “amistad entre

mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y

convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con

un sentido profundamente libertario”.


No obstante, la primera vez que se utilizó fue en los años 70 por Kate Millet,

investigadora estadounidense referente del feminismo que acuñó el término

‘sisterhood’, en un primer momento para referirse al concepto de sororidad.

Es importante para las mujeres comprender el concepto de sororidad, cuando la

sociedad nos lleva por un camino de competencia. Solemos fijarnos en lo que

otras personas tienen, para fijarlo como un punto de referencia.


¿Cuánto tengo? ¿Cuánto más podría tener? ¿Por qué esa persona podría tener

‘más’ o mejores cosas que yo? La sororidad nos plantea un cambio en las

preguntas clave que debemos realizarnos para lograr transformaciones profundas

en la sociedad.


Qué pasa si en lugar de competir o compararnos, conversamos sobre cuánto

podríamos lograr juntas, hasta donde podremos llegar, qué necesitamos para

romper las actuales barreras para las mujeres, etc.


Romper el techo de cristal, por ejemplo, podría ser un poco más sencillo si

decidimos actuar desde la sororidad y comprendiendo que se trata de la

reivindicación de los derechos, y que somos un colectivo, no una individualidad.


La sororidad más allá de su alcance político y social, es un catalizador de la

amistad. Es una posibilidad para mirar a la otra mujer como una compañera, más

que como una competencia. Una nueva oportunidad para crear una sociedad más

abierta al diálogo, a la inclusión y a la diversidad.


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